Elmundo.-Jueves, nueve de la noche, en Tàrrega, Lleida. Un bebé de pelo rizado y grandes mofletes corretea feliz por el piso. El pequeño, de 18 meses, disfruta trasteando con un Ferrari F40 rojo de juguete y aporreando el teclado del ordenador portátil de su joven madre (18 años recién cumplidos). El crío alegra las vidas de una familia que ha superado el dolor extremo de la violación de una hija menor de edad.

Ocurrió en Tàrrega en septiembre de 2012, cuando la niña aún no había cumplido los 16. El niño es la consecuencia de la agresiónque sufrió la joven Giselle. Y es, a la vez, el gozo de una familia que se ha revuelto contra el horror con una deslumbrante entereza. Es la historia del descenso de Gisell al infierno y su posterior conquista de la «máxima alegría».

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