Cual moderno Caín,  a Jesús Mendoza Reyes no le importó sacrificar a su hermano, Leocadio Mendoza Reyes y arrebatarle la dirigencia del Sindicato de Trabajadores de Plantas, Maquiladoras y Ensambladoras, donde como líder todopoderoso dispone de recursos ilimitados que le proveen de mujeres hermosas, cirugías plásticas, camionetas de lujo y otros muchos excesos.

la-foto-1-(2)En la calle cuatro, entre Morelos y Guerrero se alza el edificio del SITMPE, en cuya fachada con letras doradas la leyenda «Casa de los Trabajadores» no podía estar más alejada de la realidad, pues tan pronto y se entra, las paredes rojas y edecanes curvilíneas que caminan por el lugar en altísimos zapatos de tacón, dan más la impresión de estar en un bar de lujo, el que con dinero de las cuotas sindicales se haya comprado la propiedad vecina para construir un salón de baile, termina por completar el cuadro.

Dentro del SITMPE todos los temen a Don Jesús, como le llaman al septuagenario líder, llegar a él no es fácil, su oficina está empotrada en el segundo piso, y es un refugio climatizado, forrado de madera, con sillones de piel y un San Judas Tadeo del cual es creyente.

Rodeado siempre de compañía femenina, en las últimas semanas Jesús Mendoza Reyes se hace acompañar de «La China», como le dice cariñosamente a su asistente, una joven que no pasa los 20 años, morena clara de 1.70 metros de estatura, pelo ensortijado y mirada complaciente con quien aparece en actos públicos como en las idas al Café El Pasaje a donde llegan con chófer, a bordo de una camioneta Mercedez Benz color plata.

Pero no siempre fue así,  hace diez años cuando el priísta Mario Zolezzi García gobernó Matamoros, Jesús Mendoza Reyes fue regidor, el décimo y no le decían Don Jesús, sino simplemente Chuy, el del sindicato.

la-foto-2-(2)En aquellos tiempos Jesús Mendoza no era más que un ayudante de su hermano Leocadio, quien en octubre de 1990, peleado a muerte con Agapito González Cavazos, abandonó el Sindicato de Jornaleros para crear su propio sindicato, el de Trabajadores y empezar a amasar desde ahí un poderío económico que le fue arrebatado en el 2006 por su propio hermano quien lo acusó penalmente y pudo echarlo a patadas del organismo para así quedarse con todo.

Ese Jesús Mendoza, el que traicionó a su propia sangre, es ahora el líder de 12 mil  obreros de Matamoros que trabajan en 46 maquiladoras turnos de 48 horas por semana a cambio sueldos de hambre, de entre 600 y 700 pesos de los cuales todavía tienen que abonar una cuota obligatoria para su sindicato de entre 80 y 100 pesos, lo que representa un ingreso aproximado de un millón de pesos por semana al sindicato y cuatro millones al mes.

Con ese dinero a su alcance,  Chuy el del sindicato se transformó en Don Jesús, el siempre bien acompañado, el que transformó su cara con cirugías plasticas financiadas con dinero de los obreros, el que tan pronto murió «La Guera» su longeva vecina de la calle cuatro, se compró la propiedad para construir su propio salón de baile, y al cual someramente bautizó como «Joaquín Gamboa Pascoe», líder nacional de la Confederación de Trabajadores de México.

Para contrarrestar la mala imagen de su sindicato, Jesús Mendoza Reyes compra publicidad en los periódicos de Matamoros, donde se le observa cargando a un niño, abrazando a un obrero, coronando una reina de belleza de esas que tanto le gustan, pero ni siquiera esas inserciones pagadas también con dinero de los obreros, logran quitar el tufo a corrupción que lo rodea.

El harem de un lider sindical

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