EL PAÍS.- Las estilosas tejas de las residencias de extranjeros contrastan con el mar de endebles techumbres de sus vecinos locales. Jóvenes tailandesas pasean junto a occidentales maduros por el mercado de la ciudad y la música pop-rock ambienta los bares. Los farangs —denominación de los extranjeros en Tailandia— se reúnen en la conocida como calle del yerno extranjero de Udon Thani, ciudad de la pobre región de Isaan, casi 500 kilómetros al noreste de Bangkok y de los grandes centros turísticos del país.
Alexander Larsson, canadiense de 70 años, y Turian, tailandesa de 30, se acaban de construir una casa en Udon Thani, de 154.000 habitantes, donde hay alrededor de 8.000 parejas mixtas. “La mujer tailandesa te ofrece todo lo necesario: buena comida, servicio y sexo. Y no se queja”, generaliza el jubilado, contento de mudarse cerca de su suegro; al que solo saca un año.
“Aquí las mujeres cuidan mucho de los hombres, te traen comida y todo lo que necesitas. Al contrario que las europeas”, explica Bjorn Sallbarg, que disfruta de su jubilación jugando al golf en uno de los campos junto a la base militar americana. Este sueco de 64 llegó a Tailandia hace una década y empezó a salir con una local de 20 años hasta que conoció a su actual mujer, Busabar Thakhamnang, de 47. “Isaan se ha desarrollado mucho. Actualmente hay cuatro vuelos diarios aquí; algo impensable antes. Las parejas mixtas generan mucho dinero en la región”, cuenta Bjorn, subrayando el impacto positivo de estas relaciones. Él mismo ayudó a Busabar a emprender un negocio de venta de flores frente a un supermercado de la ciudad
		




