A falta de mayores apoyos por parte de los gobiernos, los mexicanos que son deportados de los Estados Unidos se enfrentan a un destino incierto, en el que se hacen indigentes o se vuelven delincuentes, afirmó el párroco Francisco Gallardo López.
«Lo que urge es que se les de un documento con más vigencia con el que se identifique a los migrantes, se establezca por escrito cuál es su situación en México, es decir una especie de identificación que les permita transitar y establecerse sin tanta vulnerabilidad».
Para el administrador de la Casa del Migrante y también de la Casa del Indigente, la crisis que enfrentan los deportados en tránsito empujó a instancias como la Diócesis de Matamoros a abrir el albergue casa Juan Diego en la colonia Ampliación Solidaridad.
«Si nos dimos cuenta que había muchos migrantes que se quedaban a la deriva, y de muchos estados, no solo aquí de Tamaulipas, pues recordemos que Estados Unidos cuando manda gente hacia México, a los de Tamaulipas los manda por Tijuana y a los de Baja California por Tamaulipas, para hacerles más difícil el regreso a casa, entonces viendo toda esta situación y la indefensión en que se encontraban, expuestos a tantas cosas, nos pusimos a trabajar en su apoyo».
Como líder de los dos albergues auspiciados por la clase católica, al sacerdote Gallardo López le ha tocado conocer de cerca el drama de los repatriados y su involución a una clase todavía más vulnerable: los indigentes.
«De hecho las 28 personas que tenemos ya de planta en la casa del indigente, en una circunstancia muy definida, nos platican que en su momento ellos fueron migrantes también, que llegaron deportados y no pudieron regresar con sus familias entonces se quedaron aquí y empezaron a vivir de la caridad hasta llegar al estado lamentable en el que los encontramos nosotros».
Se trata de un retroceso que tiene que ver, afirma Gallardo López, con que los repatriados se convierten en una población flotante, que sueña en la mayoría de los casos con regresar a los Estados Unidos, por lo que nunca echa raíces ni establece lazos laborales o familiares en la región.
«Nosotros cumplimos en el 99% con el objetivo de regresar a los migrantes a sus lugares de origen, pero hay unos que no quieren, que permanece, se juntan 2 o 3, rentan un cuarto o duermen en la calle, que también se dan los casos, y buenos ahí no podemos intervenir porque tienen el derecho de tomar esa decisión y permanecer como muchos lo han hecho, algunos por el camino del bien, otros, que no quisiéramos que fuera así, por el sendero del mal».





