Madre de seis hijos, Flor Esthela García se pinta  todos los días para salir a trabajar, pero su maquillaje no es como el del resto de las mujeres, sino que la disfraza de malabarista, oficio con el que sale a ganarse la vida en las calles de Matamoros.

Deportada de Estados Unidos, donde el gobierno retiene a cinco de sus seis hijos, Flor torea los automoviles en el crucero de Avenida del Niño y Solidaridad, o en el de Periferico y Virgilio Garza Ruíz, a donde llega de la mano con su esposo y cargando su bebe de 8 meses, para lograr el sustento diario.

«Ya tengo más de 40 años y no me dan trabajo en una maquiladora, por eso vengo aqui, donde saco de 200 a 250 pesos más lo que consiga él, nos vamos con 400 o 500 pesos que nos dejan comer, pagar renta, luz y todos los gastos de la casa».

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Silbato en boca y con tres pelotas en la mano, Flor se planta firme en el crucero, no la distrae el paso de los coches, la lluvia o el sol.

«Solo dejo de trabajar cuando esta muy frio, porque no sale nada y no quiero que se enferme el niño, pero todos los días, estoy, estamos los dos, si es dificil porque hay mucho tráfico, algunos no se detienen te echan el carro encima, pero ni modo es lo que nos toco».

Su pareja se acerca y le entrega lo que obtuvo de los automovilistas, ella administra el dinero, para los pañales y leche del niño, para ver que van a comer, para el transporte y guardar el resto para los gastos de la casa.

 

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