En la más completa miseria, a un lado de un bacín usado y en una casa de piso de tierra, vive en Matamoros la segunda mujer más longeva de México, se trata de María Miguel Celso que este sábado 10 de mayo festeja sus 118 primaveras.
Junto a sus nietas, tataranietas y choznas, la mujer de cabellera blanca y sonrisa chimuela ve pasar las tardes a la orilla de la Laguna Madre, donde su hijo Timoteo le levantó una casa de madera en la Isla Mandilones, cerca del Poblado Higuerillas.
Es la segunda mujer más longeva de México, solo después de la veracruzana Natividad Hernandez Lara, que con sus 128 años le aventaja con 10, más no le hace sombra a la mujer de cabello blanco, ojos profundos y sonrisa desdentada que todavía hasta el año pasado arrastraba sus pasos por la orilla de la Laguna Madre, despicaba jaiba y hasta bailo cuando la comunidad le organizó una fiesta por su 115 aniversario.
«Mi buelita esta enterita, ahí como la ve, platica, come, se acuerda de todo, ya no camina porque el año pasado estaba arrastrando una silla cuando se cayo, se quebró la cadera y aunque la operaron con el seguro popular ya no quedo bien porque el hueso no pega, será por su edad», dice María Lorenzo Agustín, una de las 11 nietas de centenaria mujer de cabello blanco
En una humilde casa a las orillas de la Laguna Madre, los pies de María Miguel tocan el piso de tierra, a como puede se espanta algunas moscas, de esas que abundan en los hogares pobres dedicados a filetear pescado y donde la anciana ha pasado los últimos 20 años.
«Yo estoy bien, te veo muchacha ahí donde estas enterita, te estas riendo», dice doña María, frágil y menudita dentro del vestido de rayas blanco y negro.
Y si vivo cien años…
Nacida el 10 de mayo de 1896, según consta en su acta de nacimiento expedida en San Rafael, Puebla, Maria Miguel Celso es una de las seis hijas de Juan Miguel y Magdalena Celso. Una de sus hermana, Ramoncita, aun vive en Puebla y le anda pegando a los 100 años de edad.
Muy joven, María se casó con Timoteo Lorenzo, a quien asesinaron hace más de 50 años en Palo de Rosa, Veracruz.
Con su esposo Timoteo, la señora María, alegre, dicharachera, bailadora, procreó 5 hijos, de los cuales vio morir 4 por diferentes enfermedades y se dedicó a la crianza de Timoteo Lorenzo, el vástago que le dio 11 hijos, que a la larga trajeron 23 nietos y ellos a su vez 50 tataranietos.
Miriam Romero Lorenzo, madre de Zayda Yamilet y Kiari Vianney, asegura que los choznos, como se conoce a los hijos de los tataranietos, suman 30, con lo que la descendendencia de María llegaría a las 115 personas. Casi tantos como los años que ella tiene.
La pobreza en la que vive Maria es casi extrema, pero no impide que sea feliz, con ayuda de sus familiares, salen a respirar el aire fresco de la Laguna Madre, el olor a sal la hace sentir viva y recordar los años en que despegaba jaiba para ayudar con el gasto familiar.
Hace 20 años María, su hijo Timoteo y las nietas llegan al Poblado Higuerillas provenientes de Veracruz, se instalaron a la orilla de la Laguna y en la Isla Mandilones se alimentaron con pescado y ostion, levantaron una casa de madera sin cepillar y se convirtieron en una familia trabajadora, querida y respetada en aquel sector de la ciudad.
Tan se le quiere a doña María, que hace 3 años, la comunidad pesquera se organizó para celebrarle su quinceañera y en el patio de la telesecundaria Guadalupe Mainero convivio con familiares y amigos, testigos de su longevidad asombrosa, de su espíritu a toda prueba.
Ahora no habrá fiesta, pues mientras ella vive de la pensión de 65 y más, sus nietas y sus bisnietas apenas salen adelante fileteando pescado, con humildad este sábado en el que ella cumple sus 118 años se le hará en la cocina familiar un mole poblano, su favorito, y le compraran con esfuerzo un vestido para que estrene.
Es seguro que recibirá visitas, tanto de familiares, como de vecinos de los campos pesqueros asombrados por su historia.
Doña María sonríe, ya no bailará, pero si esta orgullosa de llegar a los 118 años. No cualquiera.





