Proceso.- Ya son pocos los manifestantes que permanecen en el Zócalo a las 11:30 de la noche. Ha sido larga la jornada de protesta por los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa. Un grupo de granaderos arremete contra dos individuos. Uno queda inconsciente. El otro, un niño, con el rostro ensangrentado.
Una señora, quién “vende cigarros desde siempre en el Zócalo”, rompe en llanto al ver el chorro de sangre que corre por debajo de la cara del menor. Entre los gritos que urgen a llamar una ambulancia, solloza: “Mi México querido, ¿Adónde vamos a llegar?”. Y añade: “Vi todo, un policía me quitó para que no viera, pero lo vi, vi como le pegaban con sus bototas, es injusto”.





