Ignorados, infravalorados, relegados, en duelo, hoy más que nunca sufren en silencio las decisiones de los adultos y las muertes que acaecen a su alrededor

En la pandemia, los niños han sido uno de los sectores de la sociedad más afectados.

Ignorados, infravalorados, relegados, en duelo, hoy más que nunca sufren en silencio las decisiones de los adultos y las muertes que acaecen a su alrededor: ellos son las víctimas silenciosas del covid.

«Maestra, mi abuelita se murió», se escucha decir a un niño de preescolar, pero la maestra hace como que no escucha, porque son temas que nunca antes habían tenido que manejar con tanta regularidad.

La naturalidad con la que los niños comunican que su abuelita, su abuelito, su tía o sus familiares más inmediatos han fallecido deja fríos a los adultos.

Tal vez es porque de los tres a los cinco años los niños ven a la muerte como algo temporal y reversible, que mañana volverán a ver a la abuelita, que el abuelo se fue al cielo, pero al rato regresa.

Pero no es lo mismo un duelo a los 5, que a los 8, que a los 11 años. Al estrés que evidentemente sienten, aunque lo expresen de formas distintas, hay que agregarle el aislamiento por la pandemia.

A eso también hay que sumarle que no se pueden despedir de sus familiares. QUe no hay ritos funerarios de despedida. Que los parques están cerrados, que las escuelas no tienen para cuándo regresar, que las clases en línea se vuelven letárgicas, que muchos no han podido convivir con otros niños en MESES.

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