la-foto-3-11-225x300Jefe de familia, aun en la silla de ruedas motorizada, el policía jubilado José Mónico Urquiza, hace frente a sus responsabilidades y se da  a la tarea de grapar libros en las afueras de la colonia México.

Han pasado 16 años desde que recibió una bala en la columna vertebral que le quitó la movilidad de la cintura para abajo pero le dejó intactos el deseo de vivir y salir adelante por su familia, primero por los hijos y ahora por los nietos que se han convertido en todo su querer.

Con una pensión modesta que apenas le permite cubrir los costos de las medicinas, a Mónico no se le cierra el mundo y siempre ha buscado la forma de salir adelante.

«Antes me iba a Brownsville a buscar cosas en las pulgas y en los garajes para luego venderlas en Matamoros, pero luego se pusieron muy pesados en la Aduana y ahora con el precio del dólar ni costea».

Es por eso que desde el lunes 25 con el regreso a clases, a bordo de su inseparable silla de ruedas equipada con motor, de posición en las afueras de la primaria México, a unas cuadras de su casa, y por unos cuantos pesos, grapa los libros de los estudiantes.

«Es algo temporal porque hay trabajo esta semana y la otra, luego ya se grapan todos y se acaba esta chambita pero por lo pronto hay que aprovechar».

A sus 49 años, de carácter festivo, Mónico es un ejemplo para las nuevas generaciones a las que se les cierra el mundo y dicen no encontrar un trabajo para mantener a su familia.

«Yo nunca me he rajado, más que el año y medio después del accidente en que estuve acostado, pero desde que me levante de esa cama al ver a mis hijos pequeños entendí que soy su soporte y hasta que me muera voy a seguir luchando por ellos».

Fue el 4 de agosto de 1999 cuando José Mónico, patrullero de Matamoros, recibió una bala en la columna cuando atendía el llamado de un asalto en la colonia El Porvenir.

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