EL PAIS.- La reina del pop ha atravesado el último año una de las etapas más complicadas de su carrera, pero cuando salió de gira hace seis meses dio la impresión de que volvía a ser capaz de todo y de brillar de nuevo. Hasta que llegaron las Navidades y su hijo Rocco se marchó a Londres con su exmarido para no regresar. Madonnase ha refugiado en el trabajo para sobrellevar el dolor por esta separación, más todavía después de que la semana pasada una juez de Nueva York dictaminase que el chico de 15 años podía escoger si vivir con ella o con su padre, y él eligiese quedarse en Londres con Guy Ritchie —aunque la juez dio al exmatrimonio un margen de pocos meses para ponerse de acuerdo sobre la custodia—.

Una semana después de la vista se produjo la primera aparición pública de la cantante, en el arranque del último tramo del Rebel Heart Tour, que transcurre en Oceanía. Sobre el escenario del estadio de Auckland (Nueva Zelanda), Madonna quiso dedicarle una canción a Rocco,momento en que se derrumbó y rompió a llorar. Un golpe terrible para ella, como ha demostrado con continuas y emotivas alusiones al tema en su cuenta de Instagram (con 6,3 millones de seguidores) o con sus lágrimas incontrolables en directo. Ayer la cantante sorprendió a sus incondicionales australianos con un concierto gratuito e íntimo en Melbourne (Australia), titulado Tears of a Clown (las lágrimas de un payaso), donde incluyó un repertorio con algunas de sus baladas más tristes, incluso varias que nunca había interpretado en vivo. “Hoy voy a hacer una cosa que nunca he hecho, y es beber mientras canto… Por Jesucristo, traedme una copa”, pidió. Y sus deseos fueron satisfechos con un cosmopolitan.

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