REPORTE INDIGO.-Desde hace dos años se sumó a las autodefensas y ya ha matado a cinco Caballeros Templarios. Se sonríe. De alguna forma siente que está haciendo lo correcto. Asegura que no tuvo alternativa de escoger la vida que lleva.

“Cuando vi cómo mataron a mi papá”, confiesa, “supe que éste sería mi destino”.

No quita lo ojos del suelo. Cuando habla acaricia el AK-47 terciado sobre las piernas. Parece un niño que a punto está del llanto, pero se recompone. Le brillan los ojos y aprieta las quijadas. El odio se le desborda por el escuálido cuerpo de apenas 13 años, en donde ya se monta un hombre en pie de guerra.

No sabe cuándo vaya a terminar su participación en las autodefensas, los grupos de civiles armados que nacieron en Michoacán para protegerse de los cárteles de la droga.

Pero de una cosa está seguro: no se va a separar de su rifle hasta que haya cobrado venganza. Se juró matar a los tres que a quemarropa asesinaron a su padre. Como en adelantos de película intenta describir la noche en que un comando de Los Caballeros Templarios irrumpió en su casa. No alcanza a contar la escena del asesinato cuando le ganan los sollozos. Se muerde los labios hasta casi sangrarlos. Voltea hacia otro lado. Respira profundo. Se serena y retoma la conversación.

“A mi papá lo mataron solo porque no quiso irse a trabajar para los Templarios”.

Fue uno de los cientos de hombres asesinados delante de su esposa e hijos.

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