EL SOL DE MEXICO.- Las estrofas de Cien Años y las anécdotas sobre su último acto heroico de amor, al estrellarse en picada el avión en el que viajaba en vez de intentar planear sobre una amplia área habitacional, mantienen viva la leyenda del “Ídolo de México”, Pedro Infante, a 59 años de su fallecimiento.

Un busto de bronce y una lona impresa dan cuenta del sitio exacto donde la mañana del 15 de abril de 1957, 15 minutos antes de las 8:00 horas, Pedro Infante cayera y quedara muerto junto con cuatro personas más, entre ellas un niño carpintero.

Con lujo de detalles, Mauricio Canto Hernández narra los hechos de esa mañana, como si hubiera sido testigo ocular del suceso, aunque en cierta forma lo ha sido a través de las anécdotas vivenciales de la abuela, dueña del predio donde se reportó el accidente, así como de sus vecinos del rumbo.

Organizador del homenaje al ídolo, tradición familiar que inició hace 25 años, remite al patio trasero de una tienda llamada La Socorrito y que aún continúa en funcionamiento, sitio exacto donde inició la leyenda de Pedro Infante.

“Mi abuela, doña Remigia García, cuenta cómo las albarradas, características de Mérida en los 50 y 60, quedaron destruidas y sobre ellas una gran cantidad de pescado quemado, así como de combustible que dominaba el ambiente”.

Una mujer mayor, vecina del rumbo y postrada en una silla de ruedas, escucha atenta la plática y asienta con la cabeza, dando por verdaderos los comentarios de Mauricio, quien señala a don Jorge Martín Cruz, hermano de Baltasar, quien también falleciera a causa del avionazo, como uno de los que podría corroborar la historia. “Mi abuela tenía poco de haberse casado con mi abuelo Rubén Canto. Habían salido y al enterarse regresaron a la casa para saber de mi bisabuela Genoveva, pero no los dejaban pasar por el Ejército que ya controlaba el sitio”.

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