BBC.- El 8 de marzo de 2013 Amina Sboui se tomó una fotografía, la subió a Facebook, respiró profundo y pulsó el botón de compartir.
Ella estaba tranquilamente en casa de sus abuelos en la capital de Túnez, pero en las redes se gestaba el escándalo.
En la imagen se veía a Amina, una feminista de entonces 18 años, recostada en un sofá de cuero mientras leía un libro y fumaba un cigarrillo.
Tenía los labios pintados de rojo, los ojos delineados de negro, y estaba desnuda de cintura para arriba.
En su torso había escrito en árabe: «Mi cuerpo me pertenece y no es la honra de nadie«.
Los comentarios no se hicieron esperar.
A la hora de haber compartido la foto, ya tenía casi mil.
Y Amina entró en pánico.
Había previsto el acoso, la misoginia, incluso las amenazas de muerte.
Pero en lo que no había pensado era en algo que hoy parece inevitable: que su madre se enteraría.
Exorcismo
Así que tomó una decisión drástica: apagó la computadora y se fue de casa.
Su madre la encontró seis días después, escondida en la casa de una amiga, en el centro de Túnez.
La agarró y la metió en un coche que la llevaría a Kairuán, en el sur, donde tenía una hermana.
Con ella pasaría las siguientes tres semanas, encerrada en la casa familiar





