Según reporta Lad Bible, el menor habría ingerido los imanes en dos ocasiones diferentes para averiguar si era posible hacer que objetos metálicos se le adhirieran al abdomen, además de estar interesado en qué aspecto tendrían una vez que las evacuara.
Sin embargo, cerca de cuatro días después de la segunda ingesta, el niño se preocupó al percatarse que aún no había defecado las bolas y le dijo a su madre que se había tragado dos “por accidente”, por lo que fue llevado a un hospital para ser atendido.
Tras tomarle radiografías, los médicos estimaron en un principio que Rhiley había ingerido entre 25 y 30 imanes, pero, para su sorpresa, acabaron extrayéndole un total de 54 de esos objetos en una cirugía de emergencia que duró cerca de seis horas.
Debido a las lesiones causadas por las bolas magnéticas en su organismo, el menor sufrió durante diez días vómitos constantes causados por una fuga en su intestino. Del mismo modo, durante ese periodo de tiempo no fue capaz de comer ni de ir al baño.





