La imagen es contundente: un montón de personas caminan por una gran avenida, visten de blanco, no muestran prisa ni miedo, o si acaso lo sentían se lo aguantaron con tal de dar un mensaje claro: que regrese la paz a Tampico y Madero.
Son las otras víctimas de las balaceras infernales, de las masacres registradas entre el sábado 6 y el martes 8 de abril, en el que el reporte oficial revela un saldo de 30 muertos, mientras un extraoficial apunta a que medio centenar de personas perdieron la vida en el sur de Tamaulipas en acciones atribuidas al crimen organizado.
El tableteo de las ametralladoras, la explosión de un carro en la colonia Petrolera, la aparición de dos cuerpos junto a la laguna, la ejecución de 6 más frente a la gasera y otras acciones de ese tipo pusieron durante días y noches los pelos de punta a los habitantes de Tampico y su zona conurbada.
Solo que con el paso de los días, los padres que no mandaron a sus hijos a la escuela, los dueños de negocios cerrados por las balaceras, los ciudadanos estresados por la violencia imparable, remplazaron el miedo por la indignación ante el discurso oficial que salió de Palacio de Gobierno en Ciudad Victoria: «Son delincuentes, se están matando entre ellos».
Por eso marchan los tampiqueños, en un domingo para estar descansando, en familia, o tirados en la arena de la Playa Miramar, estos hombres y mujeres optaron por protestar, por caminar por las principales avenidas de su puerto querido, en el que nacieron sus padres y dieron los primeros pasos sus hijos, emitieron una proclama sencilla: Ya Basta.
El estado no pudo  pararlos ni callarlos, los manifestantes siguieron caminando hasta llegar a la sesión protocolaria e inútil con la que los diputados locales de Tamaulipas -esos que también han sido asaltados como Juan Patiño Cruz y Adela Manríquez Balderas- festejaban el 191 aniversario de la fundación de Tampico, como si después de tanto muerto y tanta sangre en sus calles hubiera algo que celebrar.
Como era de esperarse, los diputados se vieron pequeñitos, extraviados, sin saber cómo atender un reclamo que no es exclusivo de la entidad, sino que surge de las entrañas de nuestro Tamaulipas querido: seguridad y paz, esas que solo aparecen en los discursos oficiales, en los promocionales, en los anuncios de televisión, pero que distan mucho de estar presentes en calles y carreteras donde el narco y el crimen empoderado se alzan como el verdadero poder en un estado cada vez mas fallido.
		




