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En la mayoría de las ocasiones, o al menos en una gran totalidad, creemos que lo que sucede en cuestión de inseguridad son exageraciones inventadas para falsificar la veracidad de lo que realmente acontece en cuestión de inseguridad. Nos resguardamos tras un «no me ha pasado a mi» o «solo escuche que era un rumor» pero el riesgo pasa, la amenaza está latente ¡y esta vez me aconteció a mi!.

El día sábado 5 de julio del 2014 alrededor de las 10:30 de la noche, me encontraba transitando por la calle Diagonal Cuahutemoc, como había comentado antes a quienes presten atención de mi columna o si no los introduciré en el contexto, me he fisurado el pie izquierdo. Mi coche resultó con una desperfecto y tuve que parar en la gasolinera situada entre 20 y Diagonal. Un momento después arribó una patrulla de la policía estatal marcada con el número 445 y de una manera muy intransigente pidieron la papelería de mi coche. Comprendo de sobre manera que es mi error haber tenido el trámite burocrático que los caballeros bruscamente me solicitaban, los cuales tengo en total orden y forma más no en ese momento conmigo, a lo que me respondieron que mi vehículo había sido reportado como robado y que el agua que del motor salía era cerveza que había derramado para encubrir mi delito. Les explique de una manera áspera, contestando de manera lo suficientemente cortés que mi enojo me permitía que una mujer de mi 1.55 era imposible que pudiera despojar a alguien de un auto y que no tenía la pinta de criminal, que los verdaderos bandidos corrían por las principales avenidas de la ciudad desgarrando como chacales los bienes de cada uno de los ciudadanos y con eso bastó para que llamara a uno de sus compinches para estar de «testigo» en lo que yo lo estaba agraviando.

El alegato duró alrededor de 40 minutos en los que estos cuatro nobles señores de la justicia nación me inculparon de infracciones inexistentes, rehusandose a identificar cual era la procedencia de su organismo utilizando el término de «servidor público» para excusar el que le faltaran al respeto a una dama a la cual llamaban «señora» solo para importunar con mi amabilidad al corregir el ser «señorita». Me pidieron que ascendiera a su furgoneta o que uno de ellos me haría el favor de subirme y le dije que si contara con dos centésimos de sentido común sabría que estaban cometiendo un descomunal error. Tomé mi teléfono para llamar a alguna fuerza varonil que me auxiliara ante tanta bestialidad, pero ellos contestaron burlonamente «este es su problema, señora … ¿para que quiere llamar a alguien más?». Tras otros 10 minutos de su refinada pendencia (y no «pendejencia») me dijeron «váyase, pero váyase ya … pero recuerde que yo soy más inteligente que usted, por eso tengo el titulo de policía y tengo más cultura que usted … porque todas las <viejas> son igual de mentirosas» a lo que le respondí «¡cuidado! porque es es machismo y tu jefe es mujer, la señorita alcaldesa es de genero femenino». Se fueron, baje el capo de mi coche y me dirigí a mi departamento.

El día de hoy vi a los mismos individuos alrededor de las 5 de la tarde extorsionando a un hombre de edad avanzada por Avenida del Niño y Solidaridad. Fue eso lo que me infundió el valor de decir ¿porqué debo de quedarme callada? ¿porqué debo de permitir los abusos? ¿porqué? ¡claro que tengo miedo! ¡claro que tuve miedo! era yo sola, contra esos individuos, con sus cámaras y sus fotografías de «la escena del delito», era solo yo … pero yo me basto para defender mis derechos y y mi ideal de lo que alguna vez Pancho Villa dijo «Si no hay justicia para el pueblo, que no haya paz para el Gobierno». Somos un pueblo sufrido, lastimado y herido, pero no olvidemos que en nuestras venas corre la sangre de los indios y ellos nunca bajaron la cabeza y buscaron la libertad y la independencia ahora es nuestra momento de reclamar esa libertad y esa independencia y hacerla nuestra a pesar de las acciones y los derechos. ¡Abajo la injusticia! ¡Fuera el despotismo de los mandatarios! ¡Alto al atropello de nuestros derechos como ciudadanos!.

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