Una vez más vuelvo a comprobar que aunque sepamos que un ser querido en algún momento partirá a su encuentro con Dios, jamás estaremos preparados para enfrentar la ausencia física de las personas que amamos, ya sean familia o amigos que se convierten en familia y en algún momento pasan de ser amigos a hermanos por elección en esta camino llamado vida.
El día de ayer acudió al llamado del Padre Celestial un gran Ser Humano, más que nada un gran amigo, valioso por su espíritu de servicio a los demás, fructífero en su labor de educador y formador de jóvenes seminaristas, un hombre honesto, sencillo, inteligente y culto. El Pbro. Lic. Santiago Enríquez Rangel (Padre Coco). Hijo y hermano ejemplar, guía sensible y fiel a su ministerio. Un hombre humilde de corazón, ferviente a su vocación de sacerdote.
Hace años tuvimos la dicha de conocerlo a su llegada para dirigir la rectoría de la Sagrada Familia y desde entonces el honor de compartir una bella y sólida amistad que sin duda seguirá en espíritu.
Hoy el sacerdote y gran amigo a partido físicamente, ha muchos nos ha dejado un gran vació, sin embargo desde esta columna le agradezco el haber contado con su amistad incondicional, estar siempre presente apoyándome en los momentos difíciles cuando necesite al amigo, escucharme, entenderme y motivarme cuando necesite del sacerdote.
Hoy en mi corazón quedan gratos recuerdos, las palabras siempre alentadoras de un soldado de Dios, motivándonos siempre a los demás para seguir adelante en el camino, palabras y recuerdos que nos acompañarán por siempre.
Aunque me invade la tristeza, Agradezco a Dios el haberte puesto en el camino de mi vida y la de mi familia. Tu recuerdo vivirá siempre en nosotros. ¡Descansa en la Paz del Señor, mi querido Padre Coco! Miriam M.






