Un niño puede enseñar tres cosas a un adulto:
A ponerse contento sin motivo,
A estar siempre ocupado con algo
Y a saber exigir con todas sus fuerzas aquello que desea.P.C.
¡Lo quiero ya! ¡Dámelo! gritaba Hugo mientras su mamá limpiaba la sala, ella armada de paciencia pretendía ignorarlo, sin embargo sentía que no estaba funcionando. Hugo cada vez más enojado seguía gritando ¡dámelo! ¡dámelo! Y como su mamá no respondía a sus exigencias, Hugo tomo la escoba con el objetivo de golpearla y en un descuido de ella, lo logro. Ella manteniendo la calma y respirando profundo mientras se frotaba la pierna le respondió: ¿Cuál quieres?
¿Te suena conocido esto, estimado lector?, ¿has vivido situaciones parecidas en casa, con familiares o amigos? De entrada te digo que estas conductas para nada se consideran normales, ni son pasajeras y tampoco son resultado de la edad.
Si acostumbramos a un niño a obtener sin esfuerzo todo lo que pide, le cumplimos sus deseos como si fueran órdenes, crecerá con la firme convicción de que todas las personas de su alrededor están a su disposición para cumplir sus necesidades.
Estas conductas deben reprenderse, no “minimizarlas”, los argumentos de hoy son a que si “no les damos lo que piden los traumara” son totalmente falsos. Lo importante es observar atentamente lo que atañe a nuestros hijos desde pequeñitos y de ninguna manera fingir que no pasa nada, cuando es evidente que algo no anda bien.
Tiempos atrás, las parejas formaban sus familias hasta con más de cinco hijos, a los que demostraban estas conductas los llamábamos maleducados y berrinchudos, y por lo general la madre las corregía con unas nalgadas, chancla o cinto en mano. (Les aseguro que si se corregían y no crecimos traumados).
Las familias de hoy, solo tienen un hijo o a lo mucho dos, ambos padres trabajan para tener una posición económica estable y no disponen del tiempo suficiente para compartir con ellos, volviéndose demasiado permisivos o tolerantes con sus “pequeños tiranos” (berrinchudos).
Desde sus inicios la historia nos habla de que el ser humano, al no poder obtener o cumplir algún propósito descarga su frustración a través de berrinches, pataletas o rabietas. También cierto es, que como padres al ser demasiado flexibles y permitirles que consigan su objetivo formamos niños tiranos, exigentes, egocéntricos, dominantes y hasta abusivos, (tal como algunos hijos son con sus padres) a los cuales la psicología actual les denomina con el termino de “Síndrome del niño emperador”.
¿Verdad lector que se lee y escucha más bonito “Síndrome del Niño Emperador”? que ¡“niño indisciplinado, maleducado y berrinchudo”!
(Diariamente evolucionamos en todos los sentidos, sin embargo seguimos teniéndole miedo a las palabras severas, enmascarándolas para que se escuchen suaves y no nos afecten tanto. M.M.)
Algunas características de un “niño Emperador” son: Se aburren o enfadan con facilidad, presentan ansiedad, creen ser el centro del mundo y tienen un sentido exagerado de lo que desean y esperan les proporcionen los que están a su alrededor. Buscan constantemente atención, y cuanta más se les da, más reclaman. Exigen atención, no sólo de sus padres, sino de todo su entorno.
Presentan baja tolerancia a la frustración ante la negación de lo que han pedido con exigencia; expresándolo con rabietas, ataques de ira, insultos y/o violencia.
Carecen de empatía, sentimientos de culpa o remordimientos por su conducta. Presentan conductas habituales de desafío, mentiras e incluso actos crueles hacia hermanos y amistades. No respetan a las figuras de autoridad ni las estructuras y reglas sociales establecidas.
Discuten reglas y/o castigos con sus padres a quienes consideran injustos, malos, etc. comportándose así, logran inducir el sentimiento de culpa a sus padres los que terminan cediendo y otorgándoles más privilegios.
Los niños de 1 a 6 años ya son conscientes que ante la ausencia de límites y disciplina de los padres, la llave mágica para conseguir objetivos, controlar situaciones y obtener poder, son los berrinches, pataletas o rabietas (los más grandecitos manipulan y chantajean).
Para evitar un “Emperador en casa”, sugiero a los padres que analicen y trabajen sus sentimientos de miedo y culpas, valoren y retomen el control de la disciplina familiar, no sobreproteger a sus hijos, no ser permisivos, armarse de paciencia para no ceder ante caprichos y berrinches, colaborar pero no resolver su causa de frustración, poner limites y reglas mediante disciplina positiva o en su caso buscar ayuda profesional.
A los padres como adultos responsables les sugiero: No olvidar que la educación es un trabajo de equipo; inicia en casa, con la familia y continúa en la escuela y no olvide establecer comunicación positiva con todos los implicados en la educación socioemocional y afectiva de sus hijos.
Lic. Miriam Morales.





