CNNMÈXICO.-A primera vista, el plato se ve poco apetitoso. Pero lejos de rechazarlo, un número cada vez mayor de madres estadounidenses se comen su placenta después del nacimiento de sus hijos, con la esperanza de que así producirán leche de mejor calidad o sufrirán menos depresión posparto.
Normalmente, la placenta que nutre al feto durante 40 semanas termina en el basurero del hospital o en los laboratorios, pero la práctica de comerla, llamada «placentofagia», atrae a jóvenes madres alentadas por parteras que alaban sus virtudes curativas.
La placenta, una mezcla de tejidos esponjosos y muy vascularizados que alimenta al feto a través del cordón umbilical, es rica en hormonas y nutrientes, afirman algunos expertos.
Catherine cuenta que, después de parir, se encerró durante tres horas en el baño para cortar algunos trozos de su placenta en cubos grandes y comerlos junto a leche de almendras, miel y arándanos «para disfrazar su sabor». Luego congeló el resto.





