PROCESO.- Sentada frente a la mirada profunda de indígenas rarámuris de Guadalupe y Calvo –el corazón del Triángulo Dorado, localizado al sur de la Sierra Tarahumara–, la monja Silvia Rodríguez recuerda con lágrimas a Irineo Meza Solís, un joven líder indígena asesinado hace un par de años.
Poco tiempo después del homicidio la propia religiosa fue amenazada. Pero ella se concentra en el muchacho. “La gente tiene que conocer su historia, su valentía y la lucha por su cultura, por su pueblo. Él sabía que lo iban a matar y decidió seguir luchando con su gente. Escribió una carta a su hija, en la que decía cómo le gustaría que la educaran”, dice Rodríguez.
Meza era de la comunidad de Correcoyote. En reuniones entre pueblos conoció la problemática de sus vecinos y decidió sumarse a sus exigencias. Los acompañaba a presentar denuncias, principalmente ante la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH).
Entre los profundos peñascos de la zona serrana, cerca de Coloradas de los Chávez (del mismo municipio de Guadalupe y Calvo), él y sus compañeros fueron emboscados cuando se dirigían a Choreachi tras realizar algunas diligencias.
“Él trabajó con la gente de Choreachi; iban a la Semarnat, a la CEDH… Se iba, se desaparecía. Así son ellos, los indígenas. Se conocen, tienen sus reuniones y se solidarizan. Comenzó a apoyar, a hablar con la gente de Choreachi, que defendía su bosque. Como Semarnat no les hizo caso, encontraron la manera de ir más arriba, apoyados por la CEDH”, recuerda Rodríguez, quien a veces lo llevaba en su camioneta.
Aquel 5 de diciembre le llamó la gente de Choreachi. “Los venadearon en el camino a Barbechitos, a punto de agarrar el camino a Coloradas de los Chávez”, cuenta la monja.
En entrevista, ella recuerda que Irineo “dejó una carta a su esposa: ‘Nunca te vayas a casar con un chabochi (mestizo)’. Le pidió que viviera sus tradiciones rarámuris, sus costumbres. ‘Si te casas, nunca le digas a nuestro hijo que tu nuevo marido es su papá, su papá soy yo’. Cuando a él lo mataron, su esposa ya estaba embarazada. Eso es lo grandioso de Irineo, que sabía que eso que estaba haciendo le iba a costar la vida, y aun así lo hizo por su gente”.