PLAYGORUND.- Trabajan en los barrios de la Merced, Tepito, Loreto, Granaditas o la Soledad, en la ciudad de México.

Muchas pasan inadvertidas. Sentadas en un banco, visten como cualquier mujer de 60 años: zapato plano, calcetas, falda hasta los tobillos y una rebeca. Son trabajadoras sexuales que viven en un estado de indigencia que e6_20170207ZRHwpXn ocasiones les obliga a aceptar hasta 10 pesos (50 céntimos) por prostituirse.

La mayoría proviene de familias donde la violencia es habitual. Analfabetas, sin estudios y sin identificación, llegaron al D.F. en busca de trabajo. Acabaron prostituyéndose y viviendo en las calles, aisladas por sus familias cuando descubrieron la profesión a la que se dedicaban. Han sido estigmatizadas y en muchos casos esclavas sexuales de redes de trata de mujeres demasiado atemorizadas para denunciar, ya que, según sugieren algunas, sus proxenetas tienen relación con las autoridades del país. Las que se atrevieron a denunciar, acabaron muertas. Así que prefieren callar y seguir con sus vidas.

Las invisibles

Estas mujeres, invisibles ante la sociedad y que rondan el 2% de la población, han encontrado un lugar donde retirarse dignamente y poder descansar en paz hasta que les llegue el momento de morir. Casa Xochiquetzase creó oficalmente en 2006 para albergar a trabajadoras sexuales de la tercera edad que viven en situaciones de pobreza extrema y sin un núcleo familiar que las apoye.

La historia de este albergue, único en su modelo, se remonta a la lucha de Carmen Muñoz, ex trabajadora sexual que, alarmada ante la situación que vivían sus compañeras, decidió buscar soluciones.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here