Por La Pasajera
De música de fondo, «Mojado» le canta a las obreras:
«Ya es la hora y en la maquiladora, todo mundo se prepara porque va a saliiiir», y dentro del microbús la temperatura llega a los 40 grados, los cuerpos se amontonan unos con otros, un desagradable olor se desprende de las personas sudorosas que van a bordo, son las 3 y media de una tarde cualquiera a la salida de Ciudad Industrial.
Como si fuera a recibir herencia, el chofer acelera en el camión de la KLH por la avenida Lauro Villar, adentro algunos tropiezan, una madre de familia que amamanta a su hijo como de 4 años se queja:
«Pinche viejo, dele’ más despacio que no trae vacas».
Pero el chófer no oye, va con el tiempo contado, más adelante, por la Copa de Soriana Laguneta el checador le contara el tiempo, en su ir y venir la pesera muestra las huellas de mil batallas, asientos rasgados, tubos oxidados que dejan las manos de pasajeros apestosas, le faltan dos vidrios y hace mucho que las ventanas dejaron de bajar, por lo que el calor corporal queda atrapado haciendo la situación insoportable.
Un hombre, con su lonchera en mano, cierra los ojos, parece dormido, parece no darse cuenta del acelerón, ni del calor, ni de la música estridente, a su alrededor 15 mujeres van de pie y lo miran con coraje: son las trabajadoras de maquiladoras Tridonex, Dura y Parker que se fueron quedaron rezagadas en el camino y cuando subieron a la pesera ya no encontraron asientos libres.
«Mira este mugroso, como no levanta el trasero y nos da el lugar», le dice una a otra, mientras luchan por mantener el equilibrio y no caer por la loca carrera que lleva el chófer de la KLH.
Sin inmutarse, el hombre hace que duerme, al llegar a Lauro Villar y Periférico, en Soriana, la pesera empieza a vaciarse, las dos mujeres, atropelladamente se bajan, el de la lonchera abre un ojo, luego el otro, estira las piernas y hasta los brazos, sonriente se da cuenta de que las pasajeras bajaron y por fin es libre de dejar de fingir que esta dormido: ya nadie la va pedir el asiento.
