Los partidos políticos son un instrumento para la búsqueda y conservación de poder que detentan las elites de nuestro país, salvo honrosas excepciones. En contraparte, los grandes núcleos sociales sólo son utilizados para dichos fines.
Pero, por fortuna, los ciudadanos empiezan a tomar conciencia de lo importante que es decidir su futuro por medio de la participación y el voto razonado cuando se requiere elegir a los representantes populares.
En ese sentido, la exigencia hacia los partidos es que se modifiquen o lo que es lo mismo: o cambian o los cambian.
Lo que ahora se documenta es que los institutos llamados grandes viven una crisis interna, pese a que algunos puedan asumirse en recuperación y listos para el 2018, porque les fue bien en los comicios del pasado cinco de junio.
Recordemos que el Parido Revolucionario Institucional (PRI), al recuperar la presidencia de la República prometió a los ciudadanos que estaba en transformación y que sería un nuevo partido.
Sin embargo, eso no sucedió así y en lugar de se congruente, volvieron a las prácticas del viejo PRI, en donde el centralismo, la cultura de la línea y la disciplina son la constante.
Y aunque se habla de factores diversos son los que pueden llevar a una derrota en una contienda, lo cierto es que, en esencia, el castigo que impone el elector es en contra de los malos gobiernos, pésimos candidatos y la soberbia de no querer ver ni escuchar el sus reclamos.
A estas alturas a la alta jerarquía del tricolor y a su máximo guía, el presidente ENRIQUE PEÑA NIETO, les debe quedar claro el mensaje contundente enviado por los ciudadanos el pasado cinco de junio, que sólo le dieron su aval en cinco de las 12 gubernaturas que estaban en juego.
La demanda es inequívoca: transformarse, cambiar, hacer las cosas diferentes y dejar de lado la manipulación y simulación desde el partido y el gobierno.
Si bien priistas de la talla de IVONNE ORTEGA PACHECO hablan de que lo sucedió les abre una nueva oportunidad para rectificar, es factible que, a estas alturas, hayan perdido incluso eso.
En cuanto al Partido Acción Nacional (PAN), ahora mismo viven la euforia del triunfo y ya se ven, de nueva cuenta, de regreso a “Los Pinos”.
Por supuesto que lo sucedido en las elecciones recientes no pude proyectarse, de manera mecánica al 2018.
Los casos están por demás documentados de que los electores dan su aval pero suelen buscar alternativas una vez que no se satisfacen sus expectativas.
De ahí que los panistas y sus administraciones tendrán que aplicarse en el corto plazo para no descarrilar su proyecto central.
Manejar los desencuentros domésticos de sus tribus y arraigarse en amplios sectores sociales, a la par que cumplir en donde son gobierno, son algunos de los retos que tiene los albicelestes para avanzar a la siguiente etapa.
En otra vertiente tenemos que a los integrantes del Partido de la Revolución Democrática (PRD), en el concierto nacional y en Tamaulipas, no les va bien.
Para empezar no lograron colocar un solo gobernador, que puedan asumirse que salió de sus filas en las pasadas elecciones.
Lo que se observó es que fueron a las pegadas con el PAN y la suma de ambos les dio para librarla en torno algunas victoria (Veracruz, Quintana Roo y Durango) pero, insistimos, los ganadores están lejos de traer el sello perredista.
En la Ciudad de México quedó de manifiesto que el Movimiento de Regeneración Nacional (MORENA), de muy reciente creación, se les adelantó pese a que hablamos de un “bastión” del Sol Azteca.
Con relación a Tamaulipas, queda claro que los perredistas que se han adueñado del organismo, principalmente el actual diputado, JORGE VALDEZ, no dan para más.
La referencia es contundente: el PRD quedó en quinto lugar en las elecciones del cinco de junio, en la entidad.
A ello habría que sumarle la profunda crisis de liderazgo que enfrentan dado que éste fin de semana les acaba de renunciar a la dirigencia nacional AGUSTIN BASAVE BENÍTEZ, luego de ocho meses de permanecer al frente del perredismo.
Entre sus argumentos para dejar el cargo es la ingobernabilidad interna que obstaculizan el desempeño de la presidencia partidista.
Para nadie es un secreto que el PRD, desde hace tiempo, es rehén de las tribus que se mueven en el organismo, en primer término la
denominada Nueva Izquierda (NI) que domina JESÚS ORTEGA MARTÍNEZ.
De modo que si el perredismo no se modifica no pasará de ser apéndice del PAN en las elecciones estatales que tendrán lugar en el 2017 (Estado de México, Coahuila Nayarit) y en las que se disputará el ejecutivo federal.
Hay quienes ven buena señales en el avance de MORENA para la contienda presidencial pero un partido no puede soportar su avance y desarrollo sólo en una figura, así arrastre multitudes.
Significa que los líderes de dicha alternativa de izquierda tendrán que bajar a territorio, hacer estructura y ampliar liderazgos. Y eso debe aplicar a nivel de la cúpula.
En cuanto al los partidos Verde Ecologista de México (PVEM), Movimiento Ciudadano (MC), Nueva Alianza (PANAL), Encuentro Social (ES) y Partido del Trabajo (PT), es evidente que no levantan vuelo, salvo en ciertos lugares del país- citamos a Tamaulipas y eso en base a un personaje que, dicho sea de paso, va en declive.
Sobre los independientes, todavía persisten las dudas. ¿En realidad son tal?
AL CIERRE
Es larga la lista de los priistas que quieren ocupar la presidencia del tricolor en la entidad, que actualmente esta en manos de RAFAEL GONZÁLEZ BENAVIDES.
Suponemos que aquellos que la buscan traen buena palanca a nivel de muy arriba o el visto bueno de la jefatura política estatal,
Porque si no es así, sólo les queda que el PRI se abra a la consulta a la base para elegir a su líder. Eso si sería algo novedoso y les daría cierta oportunidad a los que no traen padrino.