ESPN.- En un clásico de frecuentes bostezos, pocas emociones e incapacidad técnica, ambos equipos, Chivas y América,
quedaron retratados.
En las Águilas se ha confirmado el estado de confusión, en el Guadalajara, un optimismo a medias.
Tan poco pintó el Clásico que el juego se resolvió desde una jugada a balón detenido, un penal. Decía Johan Cruyff que a él no le gustaba festejar los penales porque eran demasiado burdo anotar así. Uno de estos, incluso hasta dudoso en la falta de Aguilar a Pulido, resolvió un partido de escaso goteo técnico.
¿Qué hace Rafael Cuevas, el entrenador de porteros del América en toda la semana? ¿Acaso no vio con Agustín Marchesin que Ángel Zaldivar pateó el penal ante Atlas la semana pasada? El chico de Chivas, confió en su fórmula y disparó igual. ¿Para qué cambiar?
Como Chivas sacó bonos de esta acción, el América se vio obligado a reaccionar, punto aparte, siempre cabizbajo, como si en lugar de motivación, La Volpe hubiera echado en sus jugadores más responsabilidad.
Las Águilas parpadearon un poco y en realidad, apenas preocuparon al Guadalajara. No hubo peligrosidad ni gallardía.
Lo peor para el americanismo vino con la expulsión de Miguel Samudio, que enfrente del abanderado pisó accidentalmente a Sánchez. Otro craso error arbitral que derivó en el horror del apoquinado La Volpismo, hoy en día más devaluado que nunca.
Con 10 jugadores fue más inofensivo el América, devorado por su propio miedo. Ni siquiera en la grisácea etapa de Nacho Ambriz.





