LAJORNADA.-Elia Guadalupe siempre trae puesta una gorrita de beisbol y una sonrisa de señora mayor, alegre, vívida y melancólica a la vez. Se sienta en la cama, a lado de Berta, su compañera de habitación. Después de una cirugía, Berta acaba de salir del hospital y descansa. No obstante, quiere escucharnos, le gusta la compañía. Acerco mi silla. Este cuarto es uno de los más amplios de Casa Xochiquetzal, el único albergue del mundo para sexo-servidoras de la tercera edad que, actualmente, hospeda a más de veinte mujeres que se han dedicado a la prostitución en los barrios de la Merced, Tepito, Loreto, Granaditas y la Soledad. Su nombre viene de la diosa mexica de la belleza, la fertilidad y el placer amoroso.

El refugio está en el Centro Histórico de Ciudad de México, cerca del barrio de Tepito, y para encontrarlo se atraviesa una selva densísima y ruidosa de vendedores ambulantes, puestos y pobladores de tianguis metropolitanos. Sin embargo, una vez que se abre el portón de madera de la casona, en el patio, los ruidos y el caos desaparecen y prima un estado de paz casi surreal. El tiempo se detiene.

Mi anfitriona es amable y platicadora. Las paredes a lado de su cama están vacías, pero en su estante personal hay unos peluches, una radio y dos botecitos de cremas. Eso, y unas pocas prendas de vestir, es todo lo que tiene. Pero los bienes materiales no lo son todo en la vida. “Aquí compartimos muchas cosas, alegrías, tristezas, llanto, y de todas formas nos apoyamos, como ahorita con la compañera enferma, todas la hemos visto, y gracias al Señor, la estamos cuidando”, me dice Elia con su voz aguda.

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here