Muchos se ha dicho del “debate” de los 8 candidatos a gobernador que celebraron el sábado anterior en el Teatro Juárez, si lleno a no el concepto de lo que es un debate. Si hubo un mejor orador o si alguno de los participantes se alzo como favorito. La apreciaciones han sido por demás divergentes, pero ha habido esbozos de lo que sucedió en el escenario.
Sin embargo, el ejercicio propuesto por la autoridad electoral, en este caso el Ietam, está encaminado a fortalecer la competencia electoral y a transparentar el perfil de los contendientes, para que los ciudadanos que acudan a las urnas el 8 de junio, dispongan de mayores herramientas para el ejercicio de la democracia.
Ahora que los participante hayan utilizado las cámaras y micrófonos para fines ajenos a lo propuesto por el organismo electoral, es un bemol más de las formas del cómo se desarrolla la competencia, donde el descredito es lo más relevante de los contendientes.
Sin entrar en detalles, lo que ellos hicieron del debate, se convirtió en una ofensa más no solo para quienes tienen edad de votar, sino para los tamaulipecos. Porque, ya de por sí, la sociedad está harta de carga con la pena de que dos de sus ex gobernadores son buscados por las autoridades por presuntos delitos en el extranjero. Y los que buscan sucederlos en el cargo, están igual o peor que ellos.
También la sociedad no se ha recuperado de la muerte de uno de sus candidatos y justamente uno de los participantes, sin el menor recato, lo llevó a ese foro, como un galardón exhibió su caso.
Los oyentes del escándalo vergonzante de los candidatos, hicieron un silencio sepulcral, al menos en el teatro de la universidad tamaulipeca, quizá por la falta de respeto, porque para ninguno de los humanos, es de su agrado que le desentierren a sus difuntos.
Entre otros de los grandes ausentes de lo que los aspirantes llamaron debate, fueron los derechos humanos. Ninguno de los aspirantes ni por equivocación hizo alusión a uno de los temas que se incorporaron en las últimas reformas a la Constitución Mexicana y que son parte medular del nuevo sistema acusatorio penal, que en esta entidad entrará en los próximos meses.
Por demás está decirlo, que si los derechos humanos, están ausentes de los discursos y contenidos de los futuros gobernantes de esta entidad, de poco o nada servirá que resuciten al mismo Francisco Villa o Emiliano Zapata para que encabecen la revolución que los tamaulipecos demanda y regrese la prosperidad a esta entidad.
Resulta una locura pensar que los derechos humanos se puedan convertir en el eje de cualquier proyecto gubernamental sea de cualquier partido o expresión ciudadana, pero es un clamor de los habitantes de estas tierras cuerudas y bragadas. Que en el vacío de la muerte y el dolor histórico, anhelan una nueva historia que surja de entre los escombros de la sociedad vieja, mancillada y vejada por el tránsito de lo deplorable.
Lamentable que los contendientes hayan puesto en el centro de la mesa, la diatriba y no a la persona humana.