Por los panoramas sombríos que ofrecen los analistas económicos, se advierte que este país lo mismo que esta región no podrá crecer, menos tendrá capacidad para revertir las inercias de desempleo. Por lo mismo la recesión del año venidero no es representativa si vemos en retrospectiva el comportamiento de la economía del país en los últimos 50 años. En los que cada gobernante han planteado tener las mejores “estrategias” para que haya menos pobres en este país con una distribución justa de la riqueza.
Sin embargo, en estos mismos 50 años hay menos personas enriquecidas y más familias sumidas en la miseria, sin seguridad social y sin la posibilidad para transitar a estadios de productividad, porque los empleos esta cada vez más disputados y no son un atractivo debido a que los salarios son insuficientes para satisfacer la demanda de la economía familiar.
Crisis y devaluaciones han sido prácticas propias de los gobiernos populistas y neoliberales de este país, en los que ha participado y de los que son responsables todos los colores partidistas, sin excepción.
Por desgracia, quienes se perfilan para dirigir el futuro de este país y de esta región, han surgido de los mismos grupos de poder que conservan desde 50 años atrás el poder público. Y aunque suene fatalista, no se ven por donde podría llegar una alternativa, que impulse el desarrollo y fortalezca el crecimiento de la economía.
Solo el pensar en una deuda externa impagable, es el mejor indicativo de que los gobiernos limitan sus preocupaciones a garantizar el gasto público y no en incentivar la inversión interna, más bien han dado visos de su incapacidad de generar ocupación ya no se diga empleo, mucho menos riqueza.
Para los hombres del poder resulta más atractivo incrementar los apoyos en subsidios alimenticios, que incentivar la productividad del mercado interno. Porque han comprobado que la productividad del mercado interno hacen independientes y autónomos a los ciudadanos, mientras que las despensas y los subsidios marcan inercias de dependencia, sometimiento y “cautiverio electoral”.
Pareciera más atractivo incrementar las obligaciones fiscales de los ciudadanos que perseguir a quienes se llevaron el botín público. Aumentar los impuestos, lejos de asegurar los capitales logrados de la función pública.
En ese periodo de las últimas cinco décadas, los mexicanos han sido testigos de gobernantes que aseguraron que defendería “el peso como un perro”, cuando en resultado fue finalmente lo contrario. También escucharon el dulce discurso de “la renovación moral” y lo que conocieron fueron los albores del enriquecimiento insaciable de los gobernantes nacidos de esos principios.
O el espejismo de que el país y la región estaba en condiciones para competir con otros mercados de los países desarrollados, cuando nuestros agricultores y ganaderos son incapaces de producir los frijoles, la carne y el maíz y otros granos que consumimos, debido a la voracidad de los gobiernos neoliberales, que dieron la entrada de “caballo bueno” a los subsidios para el sector agropecuario y al cierre de la primer década de ese sueño, echo reversa.
Fue así como miles de tarjetas de diesel, fueron canjeadas por la autoridad federal a algunos agricultores por nuevos equipos agrícolas, de determinada marca, cuyo accionista mayor, es un prominente aspirante a la candidatura presidencial, que se disputara en el 2018.
Y la oferta subsidiada de unidades agrícolas continua, a pesar de la ausencia de rentabilidad en la actividad agrícola, donde el costo de inversión se incrementó a más del
200 por ciento y las expectativas de rendimiento estaban abatidas por los efectos del cambio climático y el precio de grano y oleaginosas dejaron de ser un atractivo de los agricultores. Actores principales de la actividad primaria, que representa el eje principal de las economías desarrolladas.