El incremento al precio de los conceptos que las paraestatales del gobierno federal produce y comercializa a los ciudadanos, es una muestra de la incapacidad administrativa de las administraciones reciente en la federación. En contrapelo las expectativas de crecimiento para este año no son complementarias, ante una inflación galopante.
Los nuevos mega precios de los carburantes ahoga todos los discursos sobre la reforma energética, pero es de menor impacto en la economía de las familias que menos posibilidades tienen de garantizar que a sus mesas llegue un trozo de pan.
Resulta por demás patético que el mismo partido que durante el siglo anterior creo los detonantes del desarrollo, el crecimiento y la certidumbre para los mexicanos de mediados del siglo anterior, cien años después sea el mismo que agotó las empresas relevantes que los patriarcas de ese partido engendraron.
Lo grave es que esas paraestatales, es lo que dio rumbo al México del siglo XX pero también fueron los motores de los capitales de prominentes familias priístas, cuyas herencias en capitales y bienes, podrían alcanzar a las generaciones del siglo XXII y más allá.
Quizá en parte se debe a que este país pasó del tan criticado “caudillismo” de la época revolucionaria al “pillismo”, de casi dos decenas de gobernadores mismos que tienen investigaciones abiertas en su contra.
La mayoría de estos enfrentan delitos relacionados con el mal del siglo, la narco corrupción, que los gobernantes contemporáneos de este país no supieron sortear su manejo. A lo mejor por prácticas permisivas a sus correligionarios.
La incidencia de este mal ha permeado a las instituciones y a la sociedad. Por lo mismo habrá que dar paso a las nuevas generaciones, ya que las actuales olvidaron los motivos de la revolución y la esencia de las luchas de los antiguos mexicanos.
Es dramático lo que sucede en este país, que los gobiernos y sus paraestales lejos de oxigenar y fortalecer la economía nacional, la sobre calienten y tomen como “botín” las empresas del estado. Hoy descapitalizadas, con una estructura rebasada por las nuevas tecnologías.
Pero el mal no es Pemex, ni la Cfe sino todos los entes creados durante el siglo anterior que en su momento fueron una respuesta puntual a los ciudadanos, pero que cien años después son una carga para un estado, que perdido en las luchas intestinas por mantenerse en el poder, permitió el mal uso de esas gloriosas instituciones de salud, vivienda, agroalimentarias.
Y dejo atrás los programas para incentivar la producción, para promover la empresa y el desarrollo de la industria, sólo en algunas regiones, se conserva el equilibrio de los ejes del desarrollo integral de pueblos y ciudades.
Organismo como Conasupo, fueron acaparado por la voracidad de sus directivos, que lejos de incentivar la producción, impulsaron nuevos esquemas que derivaron en la descomposición de ese organismo, que desapareció por su negativa a la renovación.
Hoy el campo esta mecanizado, hay unidades y equipos agrícolas. La empresa tiene los mejores motores del mercado moderno, pero el precio de sus productos no compite con los costos de producción. Así como para las paraestales hay un estrecho margen que le impide vender electricidad y combustible barato, porque sus costos son superan su capacidad de operación.
La diferencia es que el precio del gas, del diesel, la electricidad y la gasolina son ellos, el estado quien lo regula. Mientras que el precio de los productos de la industria privada y social es regulado por factores externos, incluso ajenos a la hegemonía nacional.