La educación es una de las obligaciones fundamentales del gobierno, renglón al que ningún gobernante le ha escatimado recursos. Porque es una tarea noble y trascendente para la vida y el desarrollo integral de las personas y las sociedades. Tan importante es la educación, que los constructores de los textos originales de la carta magna, decidieron establecer un apartado particular para que el estado mexicano ejerza una política educativa.
Es decir, obligaciones, compromisos, tareas y resultados. Para que exista una sociedad no solo alfabetizada, sino con una cultura y profesión que sea capaz de detonar el desarrollo en distintos canales de los sectores productivos de este país y de esta entidad.
Lamentable, muy lamentable, que el doctor Diodoro Guerra Rodríguez haya preferido rodearse de sus camarillas fronterizos, que lo acompañan desde que fungió como Director del Instituto Politécnico Nacional. En la tarea encomendada en este gobierno. Cuyos resultados desastrosos y prácticas vergonzosas, están a la vista del contralor más llanero y permisivo que pueda existir en la historia de la observancia.
Los presupuestos ejercidos durante su gestión, han sido objeto del “trinquete” del mismo Guerra Rodríguez y de su equipo de colaboradores. Las nominas discresionales de aviadores se cuatriplicaron durante su gestión.
Ilusos aquellos que creíamos, que con un titular como Diodoro al frente de esa dependencia, la entidad crecería en materia educativa. Pero el resultado fue contrario y lesivo para los alumnos de educación básica y media superior, más dramático ha sido para los profesores de aula, no así para sus flamantes aviadores.
Porque son cientos los planteles localizados en la zona urbana y rural los que están cerrados. Algunos por causa de la violencia. Otros por la sobre nómina que reventó los presupuestos en su gestión. Unos más por las camarillas de aviadores habilitados desde que tiene el mando en materia educativa, sobre todo en la franja fronteriza. Pero se trata de una práctica que se generalizo en los 43 municipios tamaulipecos.
Resultó una verdadera decepción para los académicos, docentes e intelectuales de las ciudades y pueblos tamaulipecos. Quizá porque fueron en demacía las expectativas que el doctor Guerra generó para la docencia tamaulipeca.
El caso patético de su pésima gestión, afloró en las últimas semanas. Cuando el gobernador electo Francisco García Cabeza de Vaca, apunto sus “baterías” hacia la secretaria de educación y se agudizaron las auditorias y revisiones.
Los “operadores” por no llamarles trinqueteros, empezaron a limpiar la casa. Y en la limpia. Se cansaron de pedir favores a directivos escolares. Nada más y nada menos que para El Brujo. Que no le apodan así. Sino que es un practicante de la santería, en la que cree el secretario.
Pero tan ocupados estuvieron en la campaña electoral, que hasta días después de la elección, que por cierto perdió el tricolor. Fue cuando Diodoro y sus secuaces, recordaron que el Brujo de cabecera del secretario de educación, no tenía piso financiero en ninguno de los planteles educativos tamaulipecos, sino sólo en las nominas discresionales del secretario. Pero como hay vienen “Los Cuernos”, los reacomodos fue los primeros después de la derrota.
Y aunque a decir de algunos profesores, no obstante que el Brujo convulsionó en algunos de los planteles donde la dependencia lo intentó incursionar en las nominas oficiales. La docencia repudió la propuesta.
Pero según nos enteramos, el Brujo de don Diodoro, es uno de los miles de aviadores en esa dependencia. Es decir el doctor “limpio” la secretaria de educación cuando llego al puesto, para convertirla en una “santería oficial”.
Según pudimos indagar, el Brujo lo trajo a la nómina oficial, un funcionario de apellido Faraón, uno de los amigos de Diodoro y lo promueve una fallida candidata del Panal de apellido Espronceda. Quien por cierto, es de las que pueden ir a la cárcel en el próximo sexenio. Al igual que otros, porque no es la única.
