Acompañados de sus padres, media docena de niños migrantes permanecen en las inmediaciones del puente viejo que conecta Matamoros con Brownsville a la espera de que Estados Unidos acepte darles asilo político.
Se trata de menores extranjeros de entre 2 y 10 años que han recorrido un largo trayecto desde natal Honduras para poder pisar la frontera tamaulipeca y pedir una oportunidad al vecino país de ingresar legalmente.
“No quisimos entrar de mojados, queremos que nos oigan que entiendan lo que hemos pasado en nuestro caso ya son 4 meses viajando para poder llegar aquí lo que pedimos es que se nos escuche y nos permitan quedarnos porque no podemos regresar a nuestro país”.
Walter Santiago, oriundo de Las Ceibas en Honduras, mira como su cuatro hijos devoran un pedazo de pastel, expuestos al sol ya que en el cruce internacional, uno de los cuatro que existen entre Matamoros y Brownsville, Texas, carece de un techado que los proteja del calor extremo o de la lluvia que ha estado presente en los últimos días.
A unos dos metros del grupo de adultos y niños migrantes, bajo un toldo de plásticos, dos agentes de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos se mantienen en guardia, les hacen informado que no pueden pasar de la linea divisoria y que tienen que permanecer ahí, en la intemperie, a la espera de un turno para llegar a ventanilla del cruce y explicar porque merecen el asilo político.
El tramite y la espera son los largos, especialmente para los niños, que en su inocencia pintan con crayolas y comen pastel, pero resienten también los estragos del sol, la falta de agua y de un servicio sanitario, entre otras comodidades.







