A Maribel no hay quien la controle. Tiene los ojos rojos y el rostro desencajado. Sus lágrimas son gordas y ovaladas y le ruedan por toda la cara. Las lágrimas van dejando el rastro curvilíneo de su paso hasta desprenderse de su rostro y estallar en las losas blancas y negras del piso de la casa de una vecina.

Maribel llora, grita y da golpes en la pared. Maribel vendió su casa hace 12 días para irse a los Estados Unidos y ahora, ella y sus dos niñas, ya no podrán cumplir su plan. Se han quedado sin sueño y sin techo.
El reciente acuerdo migratorio alcanzado por el gobierno de Cuba y la administración Obama –en su despedida–, ha cancelado la “política de pies secos, pies mojados”, dos anexos de la añeja ley de ajuste cubano de 1966 que estimulaba la emigración de los isleños hacia Estados Unidos, garantizándoles beneficios sociales y residencia cdn1.uvnimgpermanente en el país.

Con esta derogación, ahora los cubanos como Maribel y sus hijas dejarán de tener un trato preferencial y único al arribar a tierras estadounidenses y pasarán a asumir el mismo status migratorio que el resto de los emigrantes de otras nacionalidades. Lo conseguido por los dos países es un viejo anhelo del gobierno cubano, el establishment de la isla lo vitorea, pero en las calles, muchos no saben si alegrarse o llorar.

Los que vendieron todo, varados en su propia isla

Maribel apostó todo lo que tenía a una travesía por México. Todo lo de Maribel era un cuartucho en un tercer piso de un edificio en Centro Habana, en los altos de uno de los palacios de computación creado por la revolución, justo frente al parque de la Fraternidad. Un sitio estrechísimo, donde la sala era el cuarto y donde entre la cocina y el baño solo había espacio para una cortina de tela.

“Lo vendí en 2,500 CUC para poder irme rápido. Eso me daba para comprar el pasaje mío y el de las dos niñas y para poder brincar después la frontera”, dice Maribel y mira a las niñas que juegan en una esquina de la sala de su vecina. Una tiene seis años y la otra cuatro. La menor no conoce al padre y el padre de la mayor, que vive en España, no sabe que Maribel se la llevaba a los Estados Unidos sin su consentimiento.

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